viernes, 2 de abril de 2010

El Cuento de la Sombra


Érase una vez un hombre, como otro cualquiera, que caminaba por la vida mientras veía su sombra reflejada delante suya todo el tiempo. Era como si siempre llevara una farola detrás que hacía que su sombra se proyectara en el suelo delante suya a cada paso que él iba dando, ya fuera de día o de noche. Aunque la dejaba de ver en excepcionales ocasiones cuando se encontraba sólo en su casa o algunas veces con unos pocos con los que no se sentía amenazado de ningún juicio.

Entonces, no le resultaba extraño no verla.

A medida que andaba fuera de donde él se sentía a salvo iba intentando adaptar sus movimientos a esa sombra que veía. Pensaba que si en algún momento apartaba su vista de ella o si hacía algún movimiento extraño o brusco, su sombra no le seguiría en el movimiento y sería abandonado por ella. Esto era una idea que le horrorizaba, ya que mucha gente habló tanto de la sombra tan perfecta que él tenía ,que temía perder esa aprobación que la mayoría le daba por conservarla así.

Una noche después de mucho tiempo, cuando volvía sólo a su casa después de una fiesta con sus amigos, miraba orgulloso su sombra intentando con cuidado que ninguno de sus movimientos pudiera salirse de ella.

No había nadie por la calle en ese momento. Sólo su sombra y él.

En el largo paseo hasta su casa le dió tiempo a sentir el esfuerzo y la energía que aquello le había estado exigiendo durante tantos años. Y que a pesar de que a veces le hubiera gustado hacer otras cosas, había merecido la pena porque a todos les gustaba lo bien cuidada que la tenía y sobre todo que nunca se salió de ella.

Mientras la miraba y pensaba en todo esto tropezó con una piedra sin darse cuenta.

Horrorizado, su cuerpo intentó retomar el equilibrio en un acto reflejo para no caer en el suelo, sin que él pudiera controlar ni un músculo. Y sin perder de vista el suelo delante de él ,observó como la sombra le siguió en cada uno de los movimientos que su cuerpo realizó velozmente hasta que retomó el equilibrio.

Continuó su camino como si aquello no hubiera pasado en realidad, pero un insolente agujero en el suelo hizo que volviera a caer de la manera más torpe. Y volvió a ver como su sombra le siguió en todos sus movimientos sin que él ejerciera ningún esfuerzo en ello.

Impactado por el acontecimiento fijó su mirada en la sombra y se quedó inmóvil y pensativo durante tres días. Sin importarle el frío, el hambre que pudiera tener o incluso si alguien pudiera cruzarse en su camino y verle en esas circunstancias.

Se le acercaron personas de todo tipo durante estos tres días intentando reanimarlo de alguna manera pero no sirvió de nada.

Volvió la tercera noche y la soledad. Y con ella una señora mayor que paseaba por allí y se detuvo al lado suyo observando como este hombre inmóvil fijaba su mirada en su sombra y no apartaba los ojos de ella.

Ella sonrió y con un tono amable le dijo : -Veo que te has dado cuenta de quien manda...

Y continuó su camino tarareando una canción.

El hombre, pestañeó varias veces y apartó la mirada de su sombra buscando a la mujer que ya se había perdido al fondo del camino.

Estiró su cuerpo como si hubiera despertado de un placentero y reparador sueño.

Continuó su camino poco a poco moviéndose de una manera extraña, contoneaba su cuerpo casi como si fuera bailando mientras observaba como su sombra seguía cada uno de los movimientos que él ejercía sin ningún esfuerzo y comenzó a reír.

-Y Ya no volveré a tener más miedo de perderla. Pensó en voz alta.

Y el hombre por fín dejó de mirar a su sombra con preocupación para mirar lo que tenía enfrente de sí mismo en todo su esplendor.

"A veces las cosas no son lo que nos creemos o lo que nos han hecho creer.

Lo que los demás esperan de nosotros no tiene forma de sombra."

D.M.

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